sábado, 13 de junio de 2020

El arte del arte

Entrevista realizada por Mariona Gúmpert


"El arte es un misterio, emerge del lienzo, o del taller del artesano, de la misma manera que lo hacen la vida y la conciencia a partir de la materia"




A Ignacio Escobar (Madrid,1973) te acercas por la belleza de su obra pictórica, pero te quedas por lo interesante de su conversación. Es un hombre del renacimiento en pleno siglo XXI, con la atracción añadida de la humildad y sencillez de su carácter. Quizá por eso no se extrañará el lector de que Ignacio tenga la suerte de conocer personalmente a Antonio López.

He de reconocer que me está costando hacer esta introducción, porque Ignacio es de esas personas de las que, si te preguntan por ellas, te ves en un aprieto: nada de lo que puedas decir de él llega a hacerle justicia. Como pintor figurativo que es observa la vida con una mirada atenta y pausada, que se apoya en su carácter reflexivo y en todas las horas de lecturas de grandes maestros que lleva encima. Tengo la teoría de que ambas facetas de su forma de ser se retroalimentan la una a la otra, de forma que puedes llamarlo el pintor-filósofo o el filósofo-pintor, sin que el orden de los factores altere el producto.

Si quieren conocer más de su obra pictórica pueden entrar en la plataforma NI-MÚ https://www.ni-mu.es y seguirlo en Instagram en @nachoscobar También pueden encontrarlo por Twitter en @nachoscobar, aunque gran parte de sus tweets los escribe en latín. ¿Por qué? Pasen, lean y podrán descubrirlo.



                                     
Autorretrato




Suele decirse que el maestro llega cuando el discípulo está preparado. ¿Qué opinas de la relación maestro-discípulo?¿Cómo ha sido tu experiencia de estas dos cosas, si es que la has tenido?

Supongo que es así, quiero decir, que para que un maestro y un discípulo lo sean de verdad tienen que estar a la altura de lo que se les pide; aunque tampoco es demasiado: tan sólo se requiere que, verdaderamente, discípulo y maestro quieran respectivamente aprender y enseñar. Fernando Savater escribió en una ocasión que la buena enseñanza se da por contagio. Creo que es una figura muy adecuada. Pero para ello se necesita que el profesor esté ya contagiado por un cierto entusiasmo hacia lo que enseña y que el discípulo ande también al menos un poco bajo de defensas, en el sentido de que no debe ponerse a la defensiva.

En cuanto a mi caso, sí, a veces he sido maestro, de hecho soy profesor de educación secundaria (aunque eso es otra historia, creo) y, afortunadamente, la vida me ha dado en ocasiones buenos maestros, y no sólo en pintura. Están, por supuesto, los que podemos compartir todos, los más grandes de cada momento y lugar: Velázquez, Vermeer, Zurbarán, Degas, Stanley Spencer y… yo qué sé, tantos otros. Pero, junto a esto, está la amistad y la guía de alguien tan bueno y honesto como pueda ser Antonio. Dos cosas que él suele compartir con bastantes personas, pues es así de generoso.


Ante parte del arte abstracto que se muestra últimamente, la reacción de muchas personas es decir “esto lo puede hacer un crío de 5 años”. Sabemos que este movimiento no es tan sencillo como nos lo quieren mostrar pero, ¿es razonable la decepción y hastío que siente parte de la población cuando se le intenta vender que un tiburón puesto en formol es arte?

No estoy tan seguro de que la decepción y hastío que comentas se deban en concreto a un rechazo general del arte contemporáneo. No en vano incluso los artistas más ‘tradicionales’, y el público en general, suelen compartir muchos de los clichés del arte contemporáneo, que no son otra cosa que una prolongación del romanticismo. Por ejemplo, la libertad del ‘creador’ (no olvidemos que el arte clásico obedecía siempre a un encargo y que solía tener una funcionalidad práctica); también la supuesta genialidad del artista, comúnmente relacionada con una cierta excentricidad, a veces incluso con la locura; la necesidad de romper con las reglas académicas (bien se trate del academicismo del S.XIX o, como lo fue en su momento, el expresionismo abstracto de los años 50), y con las reglas en general.



"La azotea del Parque número 12"


Todos somos hijos del arte contemporáneo y de sus preceptos, aunque nuestros fundamentos se encuentren siempre en los antiguos maestros. No fueron un capricho de unos pocos, entre otras cosas porque no eran pocos. En general, fueron los artistas de mayor talento de su generación los que trajeron las vanguardias, gente como Kandinsky, Giacometti o Juan Gris. No hubo nadie comparable a Picasso en talento y capacidad artística. Fue un monstruo, como Lope de Vega. Cuando yo estudiaba en la facultad, estrenaron la película ‘Sobrevivir a Picasso’. Un compañero estudiante me dijo: ‘en eso es en lo que estamos todos los que pintamos ahora, en sobrevivirlo’.

La abstracción en concreto, ya que me preguntas por ella, y si nos olvidamos de sus antiguas veleidades puristas, fue verdaderamente un nuevo género de pintura y, por lo tanto, un fenómeno muy enriquecedor.

Ahora bien, ¿qué diferencia hay entre todo eso y Damien Hirst, a quien pones como ejemplo? Supongo que la que hay entre una cosa que es verdadera, esté más o menos acertada, y otra que es falsa y pretenciosa. Digamos que el mundo del arte contemporáneo, tal y como yo lo veo, es una enorme hoguera de las vanidades y, si a uno le llega el éxito, a lo máximo que puede aspirar es a no vender su alma al diablo. Vamos, digo yo, porque en realidad a mí no me ha tocado eso, y no sé lo que es. Personalmente, siento en general un gran desapego hacia la estética de hoy en día. Me parece, salvando excepciones, fea y superficial. Es, además, un callejón sin salida: dure lo que dure, hace ya tiempo que no puede decir nada de la vida, que es lo que verdaderamente importa. Pero, por otra parte, ese es el mundo que nos ha tocado vivir, lo único que tenemos, y habrá que apañárselas con él, estemos a favor o en contra. Lo que no se puede hacer es vivir de la nostalgia.



¿Qué dirías que es el arte? ¿Qué diferencia hay entre arte y artesanía, o entre arte y diseño? ¿Es necesario que haya un receptor para considerar que algo es una obra de arte?

En una ocasión le preguntaron a Degás lo mismo: ‘¿qué es el arte, señor Degás?’ Y él respondió que, si lo supiera, hubiera hecho ya algo al respecto. ¡Pero vaya si lo hizo! Solo que pintando. El arte es un misterio, emerge del lienzo, o del taller del artesano, de la misma manera que lo hacen la vida y la conciencia a partir de la materia. Tan sólo se puede constatar que ocurren, como el amor y la belleza. Cuando les da por ocurrir, claro.


Villafranca. Verano 2018

        
La palabra ‘receptor’ me parece demasiado fría, y un poco absurda. Es como preguntarse si resulta necesario un ‘receptáculo’ para que exista el alma. Lo que es necesario es que el artista se dirija a alguien, eso seguro, independientemente de que lo encuentre o no. Pensemos en Bach: él escribía su música para Dios. Y lo mismo hacía Ansermet cuando dirigía. En realidad, el artista es como el náufrago que echa su botella al agua esperando a que alguien la encuentre. Aunque eso, hoy en día, le ocurre ya a casi todo el mundo.



Villanueva de la Cañada. Primavera de 2019




Frente a los tiburones expuestos en formol nos encontramos con que, cada vez que se hace una retrospectiva de Lucian Freud, por ejemplo, se forman colas para poder entrar a verla. ¿Crees que se llegará a dar un resurgir del arte figurativo?

También se forman muchas colas para ver esos tiburones, y no me quiero imaginar la cantidad de dinero que se ha ganado con ellos en las entradas de los museos y de las exposiciones. Lo que quiero decir es que las colas no significan nada por sí mismas. Lo que importa es la razón por la que cada uno, individualmente, se siente impulsado a ver una obra. Hay gente que quiere ver en Freud lo mismo que ve en Damien Hirst. Yo en el primero veo algo que me parece verdadero y en el segundo una mentira. Pero no tengo ninguna autoridad para demostrarlo. Afortunadamente, tampoco la tiene Hirst.



Tengo un amigo pintor al que le voy enseñando artistas nuevos que voy encontrando en Internet. El otro día le mostré uno que me había gustado, y me dijo “Lo hace muy bien, pero no hace nada nuevo. A mí me interesa que esté bien hecho, pero que sea novedoso también”. ¿Es posible la novedad en pintura, o puede decirse que no hay nada nuevo bajo el sol?


Depende de la distancia con que se mire. Si se observa la trayectoria del arte, desde sus comienzos, es muy difícil que aparezca nada nuevo bajo el sol. Ya desde el principio está todo planteado, a rasgos generales, como ocurre también con la filosofía. Sin embargo, cuando nos fijamos más de cerca, existe una clara sensación de novedad, o al menos de renovación, en la transición de un estilo a otro. Claro que también habría que ver a qué nos referimos con la palabra novedad. Porque hay, desde luego, una novedad mucho más intensa y radical, que es la que hace que tú y yo seamos diferentes, no sólo entre nosotros, sino también a todos aquellos que existieron antes y a los que llegarán a ser. Eso es lo que hace verdaderamente que la sociedad sea ‘nueva’.

Por otro lado, la historia opera en nuestras almas, eso no se puede dudar. Se acumula el conocimiento y la experiencia de generación en generación, en todos los ámbitos de la vida. Pero no sé hasta qué punto puede resultar esto relevante en el arte, si no es de manera secundaria. Pues en él lo que se busca es más bien lo contrario, aquello que es común y forma parte de todos nosotros, desde que el hombre es hombre. Lo que ocurre es que esto se manifiesta de forma individual y misteriosamente en cada persona, dentro de las vicisitudes de la historia. Y lo hace de forma natural, es decir, sin que uno se dé cuenta. Si no, es una simple impostura. El arte, entre otras cosas, es como la huella dactilar que deja el alma de una persona en su trabajo. Por eso nadie jamás llegará a ser Velázquez, y no sólo porque fue un genio. El mal artista, sin embargo, pinta con los guantes del momento… Unos guantes que son la mar de atractivos, eso sí.


   
Retrato de Tris



No se puede amar lo que no se conoce, y viceversa: cuanto más conoces lo que amas, más auténtico es ese amor y se profundiza en él. ¿Es cierto esto para el dibujo y la pintura? ¿Disfruta más del arte pictórico quien sabe pintar?

Pero, ¿qué es saber pintar? ¿Acaso es un conocimiento teórico? Al buen arte se lo conoce como se conoce a una persona, a través del trato. Una vez se lo ha tratado, se puede seguir disfrutando de su compañía, e incluso leer o escuchar muchas cosas acerca de él. Esto último, desde luego, ayudará a profundizar en esa experiencia. Pero, sin ella, todo lo demás es paja.

         
Rincón de estudio. Otoño de 2018



Es frecuente que, cuando digo que me gusta la filosofía, me comenten que es inútil, que no sirve para nada. ¿Podría decirse lo mismo de quien dibuja y pinta por placer? ¿De dónde surge ese impulso humano, en apariencia inútil? Es algo que me parece notable, dado que todos los niños pequeños disfrutan haciéndolo, ¿hay alguna explicación antropológica o teológica que dé cuenta de esa necesidad y disfrute?

Supongo que la habrá. Hoy en día hay teorías para todo. A mí me parece que lo extraño y monstruoso sería lo contrario, que todo tuviera una utilidad. Resultaría mucho más fácil también, porque encontraríamos su explicación en ella, y santas pascuas. Pero habríamos dejado en el camino nuestra libertad.

Los antiguos tenían muy claro que las mejores actividades a las que se podía dedicar un hombre libre eran las que no tenían ninguna utilidad, la especulación y la contemplación; en definitiva, las artes liberales. Buscar hacer algo por su utilidad les hubiera parecido una infamia, una cosa propia de esclavos. ‘Ludus’ en latín significa a la vez ‘juego’ y ‘colegio’, y ‘schola’, significaba originalmente, en su forma griega, ‘tiempo libre’. Y así era, efectivamente, pues los griegos sólo pudieron dedicarse a meditar y a pensar en cosas importantes e ‘inútiles’, como la filosofía y la geometría, cuando descansaban de su trabajo en el campo. Luego resultó que las cosas inútiles eran las más fecundas del mundo, y gracias a ellos tenemos nuestros satélites y la física cuántica, además de nuestra manera de pensar y razonar. Grotefend descifró la escritura cuneiforme mesopotámica movido por una simple apuesta.

Desde luego, es mucho mejor embarcarse en una apuesta así, hecha en el vacío, que quedarse en el cálculo utilitario de quien intenta planificar su vida como se escriben los asientos de un libro de contabilidad, con su debe y su haber. Todo lo que es noble y verdadero en la vida acaba dependiendo de una apuesta, o de una declaración de fe.

Claro que para ganarse el descanso merecido, hay que segar antes por la mañana… Eso nadie lo niega.


Cuando alguien dice “Cuidado con esta persona, que sabe latín” no puedo evitar acordarme de ti, que no sólo lo lees, sino que además sabes mantener conversación en esta lengua aparentemente muerta. ¿De dónde te surgió este interés?

No fue un interés lo que me llevó al latín, sino un deseo. Siempre tuve ganas de hacerlo, ya desde la adolescencia. Me surgió la oportunidad hace ya ocho o nueve años, con la ayuda de una compañera en el instituto, profesora de latín y griego… pero cuando empecé verdaderamente a aprenderlo fue cinco años atrás, en los cursos de verano de Vivarium Novum.

Hay gente que lo habla infinitamente mejor que yo, desde luego. El latín, en ese sentido, es como cualquier otra lengua, aunque hay una fuerte controversia académica entre aquellos que están de acuerdo con esto y los que no. En el fondo siempre la habido, en mayor o menor medida, incluso en tiempos de Erasmo. A mí, como se podrá entender por todo lo que llevo ya dicho, sólo me puede interesar aprender latín hablándolo, leyéndolo y, en definitiva, pensándolo; no de forma gramatical.

Por otra parte, con el latín se cumple doblemente la recomendación de leer a los autores en su lengua original, pues es especialmente difícil de traducir satisfactoriamente. O se traduce todo lo que expresa, y entonces la narración queda farragosa y artificial, o se intenta reflejar en el español su concisión y su fuerza con la misma naturalidad, y entonces sólo podemos decir la mitad de lo que dice el original. Hay pocas cosas comparables a leer a Virgilio en latín, sobre todo ciertos pasajes fugaces, en los que con tres pinceladas se describe un amanecer, o el sueño de las bestias del bosque por la noche, o los cascos de los caballos golpeando el suelo.

El clasicismo del latín, al menos en los grandes poetas, consiste en que la poesía no es misteriosa: no queda nada insinuado, todo está descrito. Pero está descrito de tal manera que la forma y estructura de las palabras se adapta perfectamente al contenido. El misterio de la gran poesía latina no está en su argumento (los argumentos, de hecho, suelen repetirse incansablemente en todos los poetas) sino en ese imposible equilibrio, en esa perfección que cada autor sabe conseguir a su manera. Tomemos a Lucrecio y su ‘De rerum natura’, ¡un libro de filosofía escrito íntegramente en verso! Pero no se deja nada en el tintero: todo está escrito con la mayor precisión. Y todo es hermoso. De hecho, no creo que haya un libro de filosofía que tenga un comienzo más hermoso que el suyo, con ese maravilloso himno a Venus. Lucrecio siguió la tradición de los presocráticos, que también escribían en verso, y supongo que el griego, en ese sentido, será una lengua parecida, incluso más perfecta que el latín, por lo que me dicen quienes la conocen. Pero la precisión que tiene el latín es algo prodigioso.


Háblame del Vivarium Novum

Vivarium Novum es una academia dedicada íntegramente a impartir una enseñanza de altísimo nivel en letras clásicas y humanismo a jóvenes de entre 16 y 25 años, durante uno o dos cursos completos. Para ello utilizan como únicas lenguas vehiculares el latín y griego clásicos, que comienzan a aprenderse desde el primer día mediante un método de inmersión completa. A través de ellas estudian autores clásicos y renacentistas, filosofía, música y poesía. Nadie puede hablar otra lengua que no sean esas dos. Los alumnos no pagan nada, todo se realiza a través de becas. Para financiarlas, la academia recibe varias ayudas e imparte unos cursos en verano a los que puede acudir, tras pagar la matrícula, todo el mundo que quiera, como yo hice en su momento.

Tengo desde entonces una fuerte amistad y admiración por sus profesores (no sé cuál de ellas supera a la otra).

 
La entrada a la Villa Falconieri, sede de la Academia Vivarium Novum



A los jóvenes se les dice que, a la hora de escoger una profesión, elijan algo que no pueda ser sustituido por un robot. ¿Vamos a ver un renacer de las humanidades, o un escenario más parecido al hedonismo de Wall-E, sumando la pesadilla recogida en 1984?

Y yo qué sé… Soy en cualquier caso del parecer de René Girard, que decía que la historia de occidente responde al patrón escatológico del libro del Apocalipsis, según el cual todo se va intensificando, lo bueno y lo malo. Así que, según eso, supongo que ocurrirá un poco de las dos cosas.


Eres un enamorado de Velázquez, y yo lo soy de Sorolla. Es cierto que para gustos los colores (nunca mejor dicho) pero, ¿puede haber cierta objetividad en el arte, aunque sea a nivel técnico?

La objetividad, aunque tiene la ventaja de que puede contar con el consenso universal, se queda siempre en la antesala de la verdad. Es una verdad empobrecida, o la verdad de los descreídos: aquello en lo que todos pueden estar de acuerdo sin ningún esfuerzo, sin tener que arriesgar nada con ello. La verdad no puede darse nunca en un terreno incontestable, siempre es polémica, por el simple hecho de que nos excede, no podemos abarcarla. Por eso necesita ser defendida. Verdad y libre albedrío van siempre de la mano. No así la objetividad.

Dado que soy de la opinión de que una obra de arte, si es buena, también es profundamente verdadera, para mí nunca puede quedarse en lo objetivo. Pero no porque no pueda haber nada objetivo en ella, o porque se pierda en la fantasía , sino porque va mucho más allá de la objetividad. Así que, sí: hay desde luego muchas cosas objetivas en el arte, entre ellas la técnica, pero nada que nos diga algo verdaderamente importante del arte. La pintura nunca ha sido una superficie plana en la que se disponen los colores con un cierto orden; me atrevería a decir que ni siquiera lo fue para Maurice Denis. Eso sería la muerte. A fin de cuentas, Goethe tituló sus memorias ‘Poesía y verdad’, no “Poesía y objetividad.”


Eres profesor de dibujo y pintura de adolescentes que cursan ESO. De forma voluntaria acudes al trabajo con traje y corbata. ¿Qué tipo de impacto crees que tienen este tipo de formalidades en personas que aún están formándose como personas? Y, por último: ¿qué consejos darías a padres de adolescentes (o a los que somos padres de futuros adolescentes)?

No creo que tenga ningún impacto. No deja de ser un gesto un poco vacío. Lo comencé a hacer cuando empecé a impartir la asignatura de Plástica en inglés. Los ayudantes de conversación venían más elegantes a clase que yo, que casi vestía igual que los alumnos. Sentí vergüenza. Me pareció que lo que estaba haciendo significaba una falta de respeto tanto por las clases como por mis alumnos; así que decidí encorbatarme yo también, y desde entonces ya me he acostumbrado. A los alumnos, lejos de extrañarles, les hace gracia.

No tengo ningún consejo para los padres. Yo no tengo hijos. Qué sabré yo de eso… Que las láminas de dibujo las compren mejor con margen.









Gracias a Mariona Gúmpert y a Nacho Escobar por esta fantástica colaboración.

Pueden seguir a Mariona en: 

Twitter: @MarionaGumpert

Instagram: @marionagumpert

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