sábado, 5 de octubre de 2019

El arte de la diplomacia





"Quizá soy diplomático por un exceso de novelas de aventuras en la infancia"





No hace tanto que conozco a Mario Crespo (León, 1987) y no sé cómo pero siempre me hace sentir como si fuéramos amigos de toda la vida.

Acaba de dejar su primer destino como cónsul de España en la embajada de Bolivia para ocupar el cargo en Caracas. Es un honor poder acceder tanto a la persona como al diplomático y espero les resulten tan interesantes sus respuestas como a mí.



Hoy podría tirar de muchos tópicos; que si el yerno que querrían todas las madres, que si el perfecto caballero. Solo que en este caso se trataría de todo eso y del hombre adecuado para nuestro objetivo, reivindicar masculinidades sin monsergas. A mí me gusta decir que es un “tipazo”. Y si me permiten un consejo, no se pierdan la estupenda retranca que se gasta en esta conversación.

Afronté la entrevista, como constataran, un poco acobardada por su insultante juventud, pero –Dios aprieta pero no ahoga- hace dos días leí que Ruiz Quintano decía que una generación cultural eran 15 años. Y lo que diga Ruiz Quintano, a partir de ahora, va a misa. Así que señores, olviden mi brecha generacional con Crespo, no existe.
Vayan a por whisky y, esta vez pongan algo de Johnny Cash para disfrutar de las palabras de Mario.

Ya lo sé, querrán quedar a cenar con él después. Viene poco a España y yo estoy en turno, hagan una fila ordenada detrás.

Y, miren por dónde, las señoras tienen hoy excusa para tomar un par de Ferrero Rocher. A la salud de Mario.





Entre nosotros, mal que me pese, hay una diferencia generacional. Sin embargo, he observado  que tenemos - clásicos aparte, por supuesto-  referencias culturales comunes. Esto sólo es posible si tú comprabas la revista Chesterton con la paga, o escuchabas a Jiménez Losantos en La Linterna escondiendo una radio bajo las sábanas. ¿Fuiste un adolescente así?
Me has pillado. Compré todos los números de Chesterton, salvo el primero, y todavía los guardo. Era una revista formidable en forma y en fondo, de lo más entretenido que ha hecho la derecha mediática española junto al también legendario Semanario Alba. En cuanto a la vieja COPE, sí, la escuchaba, aunque con el tiempo me he dado cuenta de que a aquello le faltaba sustancia. En todo caso, soy menos joven de lo que piensas: aquellos maravillosos años me pillaron ya empezando la universidad.


De hecho, una cosa que me sorprendió mucho de ti es que creo tuviste una marcada vocación temprana. Conozco a pilotos de aviación o médicos que lo tuvieron claro desde niños, pero a nadie que quisiera dedicarse a la carrera diplomática. ¿Qué referentes tenías?
Diría que la nuestra es una profesión muy vocacional, aunque obviamente es una vocación más minoritaria que las que citas. Yo no tenía referentes familiares cercanos. Más bien un deseo un poco abstracto de ver mundo, quizás por culpa del exceso de novelas de aventuras de mi infancia (de marino mercante, la verdad, no me veía, quizás porque soy de una provincia de secano), y una cierta curiosidad por las relaciones internacionales. Pero juro que no leía a Henry Kissinger al salir del colegio. Mis otras opciones profesionales, más fugaces, fueron periodista, arqueólogo y detective privado.


Visto con la perspectiva de ahora, ¿era muy romántica la idea que manejabas?

Me gusta y me divierte mi trabajo, aunque no encaje exactamente en la idea preconcebida. De momento he pasado muchas más horas en cárceles roñosas y en morgues sin refrigeración que en recepciones palaciegas. He conocido gente estupenda y he estado en sitios muy interesantes a los que nunca iría de turismo. He tratado con presidentes, cardenales, viejos rockeros, futbolistas famosos, monjas de clausura, mercenarios, brujos, jueces corruptos o expertos en ufología. Creo que está bastante bien como balance de mis primeros años de profesión.


Recientemente leí -como parte de la formación en un curso de francés- “Stupeurs et tremblements”, una novela de la escritora de origen belga Amélie Nothomb. En ella narra el tremendo (y divertidísimo si no fuera por lo dramático) choque cultural que supone su incursión en el mundo laboral nipón, pese a haber vivido en Japón (y otros lugares dispares) gran parte de su infancia por ser hija de diplomático. ¿Cómo te enfrentas a la idiosincrasia de un nuevo país ahora que acabas de cambiar de destino?

No he leído esa novela, así que me la apunto. Mi caso es singular porque, hasta ahora, he estado destinado en dos países hermanos en los que la distancia cultural con España es reducida, nada que ver con el caso de Japón. Pero diría que no es tan difícil adaptarse: basta con tener un mínimo de curiosidad intelectual y humana.


Imagino que dedicas tiempo a leer prensa como parte de tu trabajo, pero, ¿qué lees por placer personal?

Efectivamente, por mi trabajo leo mucha prensa, en pantalla y en papel. Por gusto, consulto cada día bastantes digitales, sobre todo los que aportan cierto valor añadido y no se limitan a contar la última chorrada que “incendia las redes”. También blogs y redes sociales. En general, echo de menos más historias –incluso de ficción, ¿por qué no?- y menos columnas políticas repetitivas. Milenio, el sitio en el que escribo regularmente, me parece una de las propuestas más amenas de la prensa actual. En papel, me encanta La Gallina Ilustrada. Y leo con ganas todo lo que escribe una tal Esperanza Ruiz, a la que auguro un gran futuro.


Vamos a hacer un poco de labor social. ¿Por qué debemos decir “Hispanoamérica” y no “Latinoamérica” o “Sudamérica”?

Por precisión, por rigor histórico y por justicia. Hispanoamérica es el término más exacto para referirnos un espacio geográfico, cultural, social y político que sigue siendo sorprendentemente homogéneo, en comparación con otras regiones del mundo. Sudamérica es correcto, pero es un término exclusivamente de geografía física y abarca únicamente a América del Sur (no incluye México,  Centroamérica ni el Caribe hispanohablante). Y Latinoamérica es un perverso invento francés.


¿Qué aptitudes serían deseables para ser diplomático? ¿Practicas la diplomacia fuera del horario laboral?
La primera es amar al país al que representas: un mal patriota no puede ser un buen diplomático. Luego es imprescindible tener tres sentidos, además de los cinco de fábrica: sentido del deber, sentido del honor y sentido del humor. A eso hay que añadir unas mínimas dotes para la expresión oral y escrita, algunos idiomas dominados (los imprescindibles para el examen son inglés y francés) y una cierta capacidad de entender el contexto y de reaccionar con rapidez ante las circunstancias. Un diplomático no tiene que ser “diplomático”, en el sentido coloquial de la palabra, a todas horas,  o de lo contrario sería un auténtico coñazo.


Eres un gran conocedor de la figura y obra de Foxá. Gracias a ti, sé que no era la ortodoxia hecha diplomático. ¿Cómo llegaste a él, y qué te cautivó del aristócrata y escritor?

Llegué a él por sus anécdotas, que son su mejor obra. Luego leí Madrid, de corte a checa, una de las grandes novelas del siglo XX en español, y más tarde descubrí los poemas, los cuentos y los artículos. Todo es bueno, sin excepción. Efectivamente, no fue un diplomático ejemplar –solía desaparecer sin avisar de sus destinos y gastar bromas pesadas a sus embajadores-, pero sí fue diplomático hasta el final de sus días. Quizás gusta tanto precisamente porque no se esforzaba nada por gustar: era un escritor vago y anárquico, que producía a golpe de talento y sin corregir mucho.


Juan Pérez de Guzmán fue el que me introdujo a mí en su obra. También me recomendó Madrid de Corte a checa. Recuerdo que lo compré un viernes y pasé 48 horas leyendo. El domingo salí de casa y esperaba encontrar los tanques en la calle. Además, vivía en Valencia, donde se sitúa la acción al final del libro.
“Flor de Lis” es tu parte favorita, ¿quizá por ser la menos “novelada” a mi entender?

Más bien por ser la más puramente literaria, escrita con más nostalgia que mala leche. “Es muy difícil pasar de una época a otra”, dijo él en una ocasión. “Yo creo que yo he estado enfermo de los nervios por el pecado de haber ido de niño en coche de caballos y de diplomático en avión supersónico”. Y la primera parte de Madrid de Corte a checa es justo esa melancolía del Madrid de los coches de caballos, de los alabarderos y las ruletas de barquillos. Las otras dos partes, claro, también son muy buenas.
Tu artículo sobre Foxá en la revista Diplomacia me parece de lo mejor que se ha escrito. Dejo un enlace a los lectores que quieran profundizar AQUÍ.

Es cierto que Milenio es una gran propuesta, a mí me ganó ya sólo con el encabezado ( Ser conservador es el nuevo punk). Además de a Mario, no deben perderse a María Durio (@mdetoroh) o a Eduardo Fort (@EddieFort).
Milenio es un proyecto de Gonzalo Altozano, que es el mejor entrevistador de España (con tu permiso), además de un gran tipo. Ha logrado embarcar a un grupo de colaboradores de orígenes diversos, con una escasa media de edad y, en muchos casos, sin experiencia en otros medios. A quienes no lo conozcan, les recomiendo que lean el Quiénes somos, que si tuviera saltos de línea podría ser perfectamente un poema. Estoy orgulloso de escribir tan bien rodeado, aunque no siempre esté a la altura.


Esto me trae a la memoria que alguna vez hemos alabado el  spleen porque yo lo encuentro romántico y punk a la vez. No así el de Baudelaire, que está impregnado de cierto nihilismo a mi entender.  ¿Forma parte de tu carácter una ligera inclinación al mismo?

Sí, sobre todo los domingos por la tarde, pero es algo que intento mantener a raya.


Tienes un gusto excelente en cuanto a moda clásica masculina, ¿qué criterios sigues?

Gracias, pero me temo que es un halago poco merecido. Mi criterio principal es no innovar demasiado -eso se lo dejo a los que saben-, cuidar las telas y huir, por principio, de las modas demasiado radicales. Por ejemplo, y por dialogar con otro entrevistado, que sabe mucho más que yo, nada de solapas microscópicas, pero tampoco hace falta ponerse en el pecho las alas de Boeing 777 que se ven de vez en cuando.


Lo que más te apena de tu nuevo destino es la parte en la que trópico y Tweed son incompatibles… no me preguntes por qué pero conozco a un excelente diseñador de guayaberas, te pasaré su contacto si te ves con ellas.

Me veo, quiero ese contacto.

Lo dejo aquí, por si alguien más quiere visitarte y decide no adoptar el chándal autóctono.


¿Qué código de vestimenta deberíamos seguir si nos invitan a una fiesta en la embajada.

Depende. Lo más habitual es que se trate de una fiesta nacional, que suelen requerir traje oscuro para nosotros y vestido corto para vosotras. Pero puede haber otros muchos casos, desde fiestas de gala hasta eventos informales. No soy nada experto en la materia y, en caso de duda, recomiendo preguntar y no probar con nada extravagante. En estas fiestas he visto cosas que dañan los ojos.


Debo repetir la pregunta de tu aventura favorita de Tintín, realizada en la primera entrevista, si no, no estaríamos hablando con Mario Crespo.
Me encanta El tesoro de Rackham el Rojo, una entrega aventuras caribeñas con el sabor de Stevenson que continuó El secreto del Unicornio. Pero últimamente creo que me identifico más con Tintín y los pícaros. Estoy de acuerdo contigo en que no se puede ser buena persona si no te gusta Tintín.


Me han pedido que te pregunte tu opinión sobre los movimientos reunificacionistas en Puerto Rico.

Me temo que no he leído mucho sobre el tema, y jamás he puesto un pie en la isla, pero imagino que se mezclan problemas locales –el complicado encaje de Puerto Rico en Estados Unidos- con los rescoldos de la herencia hispana. En todo caso, no veo muy factible una simple integración en la estructura de nuestro Estado actual. Más bien habría que buscar otras fórmulas jurídicas que permitan una mayor unidad en la distancia.


Acabas de dejar Bolivia, un destino aparentemente tranquilo, para trabajar en Venezuela. ¿Cómo afrontas el cambio?
Llego con ganas. Me han tocado tiempos interesantes, como los de la maldición china, y mucho trabajo por hacer. Espero ver mejorar el país y conocerlo a fondo. Si alguien quiere ir leyendo para visitarme en un futuro, le sugiero empezar por Las lanzas coloradas, de Arturo Uslar Pietri.


Bolivia no es un destino turístico para nosotros pero tiene grandes paisajes. Recomiéndanos un lugar y algo de su gastronomía.
Además del famoso Salar de Uyuni, son imprescindibles las viejas misiones jesuíticas de la Chiquitanía, que conservaron no sólo la arquitectura, sino también la música del barroco español. En cuanto a la comida, me encanta la sopa de maní.


En la facultad aprendemos a extraer el principio activo de la hoja de coca. De manera teórica, no quisiera yo provocar una avalancha de matriculaciones en Farmacia. Creo que allí la toman infusionada, ¿verdad?

Sí, y sabe a rayos. No la prueben.


Tengo entendido que tienes una estupenda biblioteca. Salva tres libros: Ensayo, poesía y novela.

Las ideas tienen consecuencias, de Richard M. Weaver; El almendro y la espada, de Foxá; y La isla del tesoro, de Stevenson.


Y también algo de misterio, ¿verdad? Una de las normas del Detection Club, fundado por Chesterton, era el Fair Play. Es decir, el autor debía dar una oportunidad al lector para descubrir al asesino. Sir Arthur Conan Doyle nunca formó parte de él puesto que murió un año después de su fundación. Las novelas de Sherlock Holmes son maravillosas, pero ¿no echas de menos precisamente eso en ellas?

Seguramente tengas razón, pero soy incapaz de ponerle pegas a Holmes. El sabueso de los Baskerville fue la primera novela de intriga “adulta” que leí.

Me gusta la novela inglesa de misterio, siempre que no se enrede en el simple juego de ingenio. Por ejemplo, Dorothy L. Sayers. De los americanos, soy muy de Raymond Chandler y de John D. MacDonald. Y, aunque no leo mucha literatura española actual, hace poco descubrí a Mikel Santiago, un raro espécimen que se dedica a divertir a sus lectores, sin empeñarse en seguir los códigos de la corrección, algo que arruina muchas novelas de hoy.


Tarde de sábado, lejos de la madre patria, y con el clima tropical un poco desbocado, ¿qué película se pone Mario Crespo y qué bebería durante la proyección?
Con la muerte en los talones, por ejemplo. En cuanto a la bebida, y aunque resulte paradójico, el trago ideal para los climas tropicales es el whisky, ya que se puede disfrutar caliente y sabe exactamente igual en el África austral que en las Tierras Altas de Escocia (juraría que eso lo leí en una novela de James Bond). Pero tampoco rechazaría un Gin Fizz, tirando a frío y sin pajita, (esto último no es por contentar a Greta Thunberg, sino porque los hombres no beben con pajita).


Con la muerte en los talones es el McGuffin hecho película … ¿Hitchcock o Billy Wilder?

Garci dice que la mejor película de Hitchcok la hizo Wilder: Testigo de cargo. A mí me gustan mucho los dos, no sabría elegir. De Wilder me encanta una que no le gusta a casi nadie: La vida privada de Sherlock Holmes.


¿Y si te apeteciera un ciclo de cine y diplomacia, a lo Garci?

¡Siempre me apetece! Aunque, en general, el cine no nos ha tratado muy bien. Cuesta encontrar a un diplomático que no sea un estirado o un imbécil. El gran clásico es 55 días en Pekín, que, pese a haberse rodado en Las Rozas, resta importancia al representante español. Una de mis favoritas es La misteriosa dama de negro, una comedia en la que Jack Lemmon hace de joven secretario de la embajada estadounidense en un Londres brumoso. De las más recientes, Argo y Beirut son dos retratos razonablemente ajustados.


¿Quiénes han sido, a lo largo de la historia -ya sabes de mi admiración por Diego Gardoqui- los grandes representantes de la diplomacia española? ¿Qué nombres destacarías?

Tienes buen gusto. De los clásicos, añadiría a Bernardino de Mendoza, embajador ante la corte de Isabel I y conspirador incorregible, o al Conde de Peñaranda, un gran negociador en los agitados tiempos de Felipe IV del que nuestros políticos podrían aprender mucho. En cuanto a los más recientes, en el jardín de la Escuela Diplomática hay un busto dedicado a Rodrigo de Saavedra , marqués de Villalobar. Después de verlo muchas veces por el cristal, me decidí a leer algo sobre él y me pareció un personaje excepcional: sus esfuerzos humanitarios durante la I Guerra Mundial lo convirtieron en una auténtica personalidad en Bélgica, donde ejercía como embajador. Y aunque no esté de moda reivindicar nada de aquella época, Fernando María Castiella fue un gran diplomático y un digno ministro en tiempos complicados.


Te leemos en Milenio Web y yo, al menos he tenido la suerte de disfrutar de “El fantasma de Alexander” ( lo pueden encontrar en el libro colectivo De Santiago a Caracas, editorial Cuadernos del laberinto ). Como hemos visto, es frecuente la afición a la escritura en el cuerpo diplomático y mi impresión es que nos vas a dar grandes alegrías en este sentido. ¿En qué género o temática te encuentras cómodo?

Lo que de verdad me gusta es escribir ficción, aunque de momento no he pasado de algunos cuentos. No me veo en la columna, aunque sí me divierte contar historias donde me dejan hacerlo. Tengo un grupo de lectores pequeño, pero agradecido y exigente, de los que jamás me consentirían que les aburriese, y eso es todo un estímulo.


Háblanos de Un hábito sangriento.

Es una novela de vampiros de Eleanor Bourg Nicholson, una joven escritora norteamericana, que ha publicado en español Homo Legens. Tuve la suerte de encargarme de la traducción y del prólogo. Transcurre a comienzos del XX y tiene la originalidad de colocar a un fraile dominico como el exterminador de no-muertos. Creo que es la novela de vampiros que le habría gustado a Chesterton.


El gran poeta Enrique García Máiquez me contaba el otro día que Aquilino Duque dio pie a una protesta formal del Gobierno de Portugal por el prólogo de su traducción de Camoens. Voy a dejar que sea él quien nos descubra la anécdota, como manera de echarle en lazo para la entrevista de noviembre, pero ¿nos cuentas tú alguna en el ámbito de la diplomacia? Personal o histórica.

Qué responsabilidad sería compartir este espacio con García Máiquez… Onorate l’altissimo poeta.

Muchas de mis anécdotas no se pueden contar en público, unas por discreción y otras por la dichosa Ley de Protección de Datos. De lo que puedo contar, seguramente lo mejor que me ha pasado fue la ocasión en que un dirigente indígena, vestido al estilo tradicional, me visitó en mi despacho en La Paz para que legalizase un papel que pretendía utilizar como prueba frente al Estado en un pleito de tierras. El documento resultó ser un pergamino español del XVIII que reconocía y consagraba las divisiones territoriales de su comunidad aimara. Se parecía mucho al mapa de Los Goonies.


Hablando de Los Goonies, a los lectores les va a sorprender esta pregunta, pero ¿qué tienes contra Cyndi Lauper?  (Les dejo el divertido artículo que escribió Mario Crespo sobre la película)
Su música me resulta insoportable, pero tú y el gran Kiko Méndez-Monasterio habéis salido en su defensa, así que tendré que replanteármelo.

Quizá no es la sofisticación en persona, pero entiende que nos trae recuerdos de un tiempo mejor en nuestras vidas.



Mil gracias, Mario. Por el tiempo, por la disponibilidad, por la amabilidad y por la generosidad.
Y, si me permites, por la amistad.


Mario tiene una estupenda cuenta personal en Twitter donde habla de cine, libros y enlaza artículos de interés. Pueden seguirle en @mariocrespob

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